Imagino que cuando se empieza un blog suele buscarse un buen pistoletazo de salida. Una entrada que tenga cierto peso o sea representativa, al menos para el autor, de aquello a lo que piensa dedicarse el recién inaugurado cuaderno de bitácora. Mi intención es garabatear en él, al menos por ahora, sobre el cine, a medida que lo disfrute o padezca: ideas, reflexiones, asociaciones, dudas y preguntas, y naturalmente invitaciones al debate o simple comentario a aquellos que tengan la inclinación de hacerlo.
Sin embargo, en busca de una elección para esa primeriza incursión, no conseguía inclinarme por ninguna película en concreto. Así pues, he optado por uno de mis recientes visionados, muy radical cinematográficamente hablando, y por ello lo suficientemente abierto como para ser un buen precedente de entradas futuras. Además, ¿qué mejor manera de "dar a luz" a un blog con semejante título?
Es posible que lo primero que le venga al espectador mal acostumbrado y comodón a la cabeza sea que "Dillinger ha muerto" es insoportablemente vacía, aburrida y banal. Pero al poco, uno puede dar con la clave, y es que lo que pretende es de hecho hablar de un vacío, un aburrimiento y una banalidad insoportables.
Glauco, Michel Piccoli, espléndido en el tedio y mediocridad que despliega, llega a casa después del trabajo, y acapara y se pasa toda la película deambulando por su casa, provocando exasperación, desconcierto y divertimento a partes iguales. Sonríe plácidamente y se toma las cosas con una calma apabullante. No le gusta la cena que le ha dejado preparada su mujer y se dedica meticulosamente a cocinarse otra. Pone música constantemente, canciones maravillosamente chillonas, escucha la radio, ve la televisión, come, lee el periódico. Se acomoda a oscuras en el salón para visionar unas grabaciones de sus vacaciones: corridas de toros, mujeres en la playa, olas del mar. Furtivamente se mete en la cama de su criada. Y manosea una y otra vez una vieja pistola que ha encontrado envuelta en periódico, engrasándola y pintándola de colorines.
Glauco no tiene sueño, ni prisa, ni hambre ni deseo. Se entretiene, juguetea, pasea de una habitación a otra. Se divierte inexplicablemente sin hacer absolutamente nada. He aquí el personaje que nos presenta Ferreri. El hombre contemporáneo, sus estúpidos rituales, su mundo pop, la sociedad de consumo, desnudados, expuestos y ridiculizados a través de una larga y lenta noche en vela que desemboca en un chocante y ácido final, una muestra más de patetismo, de insipidez, y especialmente de aburrimiento mortal. Participamos atónitos e irritados de la pereza y la inmadurez de Glauco, inevitablemente miramos el reloj y bostezamos, porque ya nos olemos que "no va a pasar nada” en el resto de la película. Ferreri nos está diciendo bien claro lo que pasa, su visión de la realidad es tremendamente provocativa y nihilista, y para exponerla, hace una película nihilista en sí misma, todo un tratado existencialista, pero ciertamente, mortalmente aburrido. "Dillinger ha muerto" es un film muy arriesgado, difícil, brutal, contundente, que no duda en renunciar a los convencionalismos narrativos más amables del cine.
Puntuación: 2,5 / 5
Lo mejor: Michel Piccoli. Brillante, incluso en una película como esta, o quizás haya que decir, sobre todo en una película como esta. Su fealdad y mediocridad no podían ser más idóneas.
Lo peor: La "efectividad” y puesta en práctica del mensaje de Ferreri, que experimentamos en primera persona durante todo el visionado.
Sin embargo, en busca de una elección para esa primeriza incursión, no conseguía inclinarme por ninguna película en concreto. Así pues, he optado por uno de mis recientes visionados, muy radical cinematográficamente hablando, y por ello lo suficientemente abierto como para ser un buen precedente de entradas futuras. Además, ¿qué mejor manera de "dar a luz" a un blog con semejante título?
Es posible que lo primero que le venga al espectador mal acostumbrado y comodón a la cabeza sea que "Dillinger ha muerto" es insoportablemente vacía, aburrida y banal. Pero al poco, uno puede dar con la clave, y es que lo que pretende es de hecho hablar de un vacío, un aburrimiento y una banalidad insoportables.
Glauco, Michel Piccoli, espléndido en el tedio y mediocridad que despliega, llega a casa después del trabajo, y acapara y se pasa toda la película deambulando por su casa, provocando exasperación, desconcierto y divertimento a partes iguales. Sonríe plácidamente y se toma las cosas con una calma apabullante. No le gusta la cena que le ha dejado preparada su mujer y se dedica meticulosamente a cocinarse otra. Pone música constantemente, canciones maravillosamente chillonas, escucha la radio, ve la televisión, come, lee el periódico. Se acomoda a oscuras en el salón para visionar unas grabaciones de sus vacaciones: corridas de toros, mujeres en la playa, olas del mar. Furtivamente se mete en la cama de su criada. Y manosea una y otra vez una vieja pistola que ha encontrado envuelta en periódico, engrasándola y pintándola de colorines.
Glauco no tiene sueño, ni prisa, ni hambre ni deseo. Se entretiene, juguetea, pasea de una habitación a otra. Se divierte inexplicablemente sin hacer absolutamente nada. He aquí el personaje que nos presenta Ferreri. El hombre contemporáneo, sus estúpidos rituales, su mundo pop, la sociedad de consumo, desnudados, expuestos y ridiculizados a través de una larga y lenta noche en vela que desemboca en un chocante y ácido final, una muestra más de patetismo, de insipidez, y especialmente de aburrimiento mortal. Participamos atónitos e irritados de la pereza y la inmadurez de Glauco, inevitablemente miramos el reloj y bostezamos, porque ya nos olemos que "no va a pasar nada” en el resto de la película. Ferreri nos está diciendo bien claro lo que pasa, su visión de la realidad es tremendamente provocativa y nihilista, y para exponerla, hace una película nihilista en sí misma, todo un tratado existencialista, pero ciertamente, mortalmente aburrido. "Dillinger ha muerto" es un film muy arriesgado, difícil, brutal, contundente, que no duda en renunciar a los convencionalismos narrativos más amables del cine.
Puntuación: 2,5 / 5
Lo mejor: Michel Piccoli. Brillante, incluso en una película como esta, o quizás haya que decir, sobre todo en una película como esta. Su fealdad y mediocridad no podían ser más idóneas.
Lo peor: La "efectividad” y puesta en práctica del mensaje de Ferreri, que experimentamos en primera persona durante todo el visionado.
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