6 de febrero de 2012

TOP-10 de 2011

En un ejercicio de reflexión y revisión, publico aquí las 10 mejores películas que he visto estrenadas durante el pasado 2011:

10) El topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy), de Tomas Alfredson

La enésima adaptación de John LeCarré pero con una interesante vuelta de tuerca. Un fantástico Gary Oldman, que anula con éxito su habitual histrionismo, encabeza un gran reparto de actores británicos que se comen la película. Descubrir quién es el topo acaba siendo lo de menos, y Alfredson hace un retrato gris, pesimista y descorazonador (igual que Martin Ritt en “El espía que surgió del frío”) de los pobres diablos implicados en los juegos de alta tensión política y bélica de los gobiernos internacionales. La lluviosa fotografía le viene a la atmósfera del film como anillo al dedo.



9) Cisne negro (Black Swan), de Darren Aronofsky

Un exponente del mejor cine comercial (y de Oscars) sin ir de "indie" ni de progre, con un argumento nada enrevesado y una puesta en escena de estructura clásica. La mejor película de Aronofsky huye de ser un dramón serio o la típica historia de superación personal para convertirse en un thriller psicológico, angustioso, obsesivo, y con mucha tensión y hasta cierta dosis de violencia y terror, en su justa y perfecta medida. La dirección y la fotografía, así como la tenebrosa banda sonora de Clint Mansell y el ballet de Chaikovsky, son estupendas y muy adecuadas… y francamente, Natalie Portman también.




8) Margin Call, de J.C. Chandor

Una visión feroz de los grandes tiburones de las finanzas, en un relato de 24 horas transcurridas en las desagradables entrañas de un banco de inversión. Película-mensaje, que apunta con el dedo a un culpable, sobre los orígenes de la crisis económica que vivimos. Sin embargo, más que la moraleja me interesa más la descripción de lo despiadado, duro y cínico que es el mundo de las grandes corporaciones. Evidentemente, nada nuevo, pero aquí está llevado con mucha frialdad - nada de dramatismo barato - rapidez y concisión, e incluso una cierta tensión narrativa. Kevin Spacey y Jeremy Irons le dan caché al brillante debut de este Jeffrey Chandor.



7) El ilusionista (L’illusionniste), de Sylvain Chomet

Magnífico homenaje a Jacques Tati, con guión original del genial cineasta francés. Un guiño muy nostálgico a los artistas de "varietés” (magos, mimos, payasos), desaparecidos hoy en día del mundo del entretenimiento, y una impresionante y emotiva relación entre el viejo ilusionista y la adolescente huérfana que él acoge. Gags humorísticos pero con profunda carga satírica (cien por cien Tati) mezclados con una historia tan increíblemente triste como hermosa y melancólica. La animación, que recrea un lluvioso Edimburgo, es el medio perfecto para este segundo largometraje de Chomet. Por cierto, la película es prácticamente muda, otro toque "tatiano" más, y otro acierto.



6) El árbol de la vida (The tree of life), de Terrence Malick

Una de las películas de más impacto del año incluso para el gran público ha sido “El árbol de la vida”. Y eso es lo que es, un canto a la vida a través de bellísimas imágenes y un ritmo narrativo que es como una galaxia en expansión, un río fluyendo por la montaña o un árbol creciendo bajo el sol. La primera media hora, por algunos criticada, es en mi opinión sublime, celestial, una muestra perfecta de maestría visual. La parte central se torna más convencional (liderada por un buen Brad Pitt) pero sin perder el tono de la película, y es en el final donde flojea y no sabe cortar a tiempo. En todo caso, nadie le quita a Malick su habilidad para hacer vivir al espectador auténticas experiencias en una sala de cine.




5) Le Havre, de Aki Kaurismäki

Un cuento enternecedor con dosis de simpático humor pese a la cierta tristeza que emanan sus fotogramas. La ciudad portuaria francesa es el marco de una historia de personajes populares que sobreviven como pueden en un ambiente de conformismo y aceptación de lo que la vida les depara. Los protagonistas son el viejo limpiabotas Marcel y un niño de color escondido ilegalmente en su casa, pero el resto de ellos son igualmente importantes en la pintura que delicadamente dibuja Kaurismäki. Un detalle: el inmigrante es el único joven. El resto, desde la mujer enferma de Marcel, hasta el comisario de policía que busca al chico, pasando por el elenco de vecinas y vecinos que ayudan a los héroes, son adultos envejecidos, con interminables experiencias y el paso de los años visibles en sus arrugas y sus miradas. El argumento es maravillosamente sencillo, y está lleno de momentos dulces y deliciosos (como el reencuentro de la pareja que hará un concierto benéfico). Pero Kaurismäki va un poco más allá y desafía la necesidad de pesimismo-realismo que el cine actual parece tener, regalándonos al final dos inesperados momentos de resplandeciente e inverosímil energía positiva que, lejos de dar al traste con la película, la culminan magistralmente con un toque de magia.



4) Habemus Papam, de Nani Moretti

De entrada tiene mucho mérito hacer una película sobre la curia vaticana y el Papa, ni más ni menos, y posicionarse equilibradamente en una posición neutral, sin el menor atisbo de anticlericalismo ni de propaganda religiosa. Bien, no es estrictamente cierto: Moretti se declara ateo, hubo un poco de runrún por parte de algunos sectores católicos, y "Habemus Papam" cae del lado más bien crítico para con la jerarquía vaticana o la propia fe. No obstante, los mecanismos de la película son muy contenidos y elegantes. En realidad, más que criticar o afirmar algo, se hace preguntas, plantea hipótesis. En este caso, la de un pontífice recién elegido que teme no poder estar a la altura de su responsabilidad. Nani Moretti desarrolla una comedia respetuosa, ligera pero agradable y efectiva, a partir de esa situación, a la vez que presenta la figura de una persona cualquiera, un abrumado Michel Piccoli (excelente en el papel) que reflexiona acerca la condición, la fragilidad y las dudas humanas, sobre las que se llega a una conclusión en el magnífico y doloroso final. Un grupo de vetustos cardenales protagonizan una lección de vida en la que es, revestida de un humor desenfadado e inocente, una de las mejores y más originales películas del año.



3) Misterios de Lisboa, de Raúl Ruiz

Un novela de Castelo Branco es el texto que alimenta este absoluto mastodonte cinematográfico, una película de más de cuatro horas con una puesta en escena apabullante. Se trata de un novelón histórico ambientado en los siglos XVIII-XIX, con una estructura folletinesca, en la que van desfilando multitud de personajes de la nobleza portuguesa, cuyos caminos van cruzándose entre sí y conduciendo a nuevas revelaciones sobre sus pasados y nuevos episodios sobre sus vidas. Es difícil explicarse como semejante material de partida puede aprovecharse tan bien, y eso quizás dé una idea de la calidad de esta película. O dicho de otra manera, “Misterios de Lisboa” trasciende la base culebronesca del guión para convertirse en un titánico ejercicio de cinematografía en carne viva. El gran pero es que su duración es realmente demasiado larga como para conformar una única unidad narrativa, y funcionaría mejor fraccionada en episodios (de hecho, existe una versión en forma de serie televisiva). Dejando esto de lado, es imposible no admirar la dirección del veterano y recientemente fallecido Raoul Ruiz, cómo desliza la cámara por entre los salones de baile, entre las paredes y estancias de los palacios, conformando unos espacios imposibles, con diversos niveles, en los que unos personajes no advierten la presencia de otros. Es un reto para todo espectador de hoy en día ver "Misterios de Lisboa" y comprobar lo moderna que es y lo atrapado que quedará por ella.



2) Melancolía (Melancholia), de Lars Von Trier

Si Lars Von Trier estuvo de moda hace algunos años, me da la impresión de que ahora está de anti-moda. Muchos le tienen manía y ven en su cine la expresión de su prepotencia y su vanidad. Sí, es posible que sus películas las reflejen, pero a mí me importa poco. Yo solo sé que cuando aparecieron los créditos finales de "Melancolía” me quedé hundido, aplastado, hecho polvo en mi butaca (nota: imprescindible verla en pantalla grande). De acuerdo, que si efectismo, que si manipulación emocional, pero qué diablos, señores, ¿no es el cine artificio y emociones? ¿Por qué no puede ser el fin del mundo tan bello, tan pictórico y melodramático como propone Von Trier? La parte de la boda me interesa mucho menos, a decir verdad, y sus trucos y carencias son evidentes (así como la gran parte de mérito que va para Wagner y su "Tristán e Isolda”), pero me encanta "Melancolía” porque es ni más ni menos que un torbellino audiovisual que, a estas alturas, todavía es capaz de arrollar al espectador, dejarle con la piel de gallina y llevárselo lejos, muy lejos de donde quiera que estuviera antes de que se apagaran las luces de la sala.


1) El niño de la bicicleta (Le gamin au vélo), de Jean-Pierre y Luc Dardenne

Tras ser abandonado por su padre, un chico que vive en un hogar de menores es acogido por una peluquera durante los fines de semana. El último trabajo de los Dardenne es deslumbrante por su pureza y su frescura, por su intimismo y su familiaridad. Diríase que la pequeña historia que cuentan puede transcurrir - o transcurre - cada día en nuestro barrio, aunque los hermanos belgas la ambientan en los suburbios residenciales de clase media de su Valonia natal. Es asombroso el impacto y la fuerza de esta obra directa, sincera, de un naturalismo brutal, que sin embargo escapa al hiperrealismo y a cualquier tipo de crítica o mensaje. Thomas Doret, el joven protagonista, está impresionante, y a él tiene mucho que agradecerle el conjunto de esta pequeña enorme película que nos cuenta una pequeña enorme historia cotidiana. “El niño de la bicicleta” es un regalo en nuestras pantallas, de esos que nos recuerdan lo maravilloso y cautivador en su sencillez que es a veces el cine.



2 comentarios:

  1. Gracias por tus sugerencias. Me quedo con algunas ideas: Cisne Negro y El Niño de la bicicleta.

    Respecto a Margin Call: la vi y me gustó como propuesta, aunque no puedo aceptarla sin cierto criticismo. No es que me gusten demasiado las películas que, rebosantes de optimismo, presentan al ser humano como un dechado de virtudes encomiables en afán de conversión moralizante, pero en Margin Call me da la sensación de que el director se deja llevar por el pesimismo del momento histórico, presentando un conjunto de situaciones en la que ninguno de los personajes es capaz de escaparse a su destino, condicionado exclusivamente por el dinero y el poder. Cierta o falsa la existencia de ese contrapunto en la realidad (desconozco la historicidad del guión), pienso que Chandor ha desaprovechado la oportunidad de crear esa dualidad de sentimientos en el espectador, que le hubiera permitido explotar nuevas líneas argumentales.

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  2. Al decir "condicionado por el dinero y el poder", supongo que en definitiva te refieres a la ambición. Pero no estoy de acuerdo, creo que claramente el personaje de Kevin Spacey es moralmente el más superior, y no es un tiburón sin ningún escrúpulo como su jefe. Finalmente acepta seguir en la empresa, pero por otros motivos. También el joven empleado que descubre todo el problema es descrito como una persona superada por las circunstancias (igual que su compañero). Es decir que pienso que realmente cada personaje es un poco diferente al resto (Demi Moore también, por ejemplo), y por eso también me gustó la película. Sin embargo, posiblemente es cierto que el director se deje llevar por un cierto pesimismo... pero es que la situación es ciertamente pesimista

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