[Cross of Iron, 1977, Sam Peckinpah]
Cada vez me da más pereza el cine bélico y me cuesta encontrar filmes que destaquen y presenten algún rasgo de originalidad. Pero además, otra cosa que me suele chirriar en las películas americanas es cuando se ponen en la piel de los alemanes. No solo por la falta de credibilidad que inevitablemente conlleva, sino por el mensajito que suele traer consigo: los soldados nazis eran tan humanos como los demás, simplemente fueron arrastrados a la guerra por sus fanáticos líderes. En mi opinión, cuando se intenta reflexionar y hacer memoria sobre la participación de una nación en un conflicto bélico, es muy necesario que esa reflexión, para ser honesta y natural, provenga de la propia nación, que tenga sus raíces en ella. No tendría el mismo sentido ni la misma voluntad una película francesa que una americana sobre la intervención de Estados Unidos en Oriente Medio, ni vendría muy a cuento una película japonesa sobre las guerras de los Balcanes. A este respecto, cito dos ejemplos de cine de Hollywood protagonizado por soldados alemanes: "El baile de los malditos" ("The young lions") de Edward Dmytryk o “Tiempo de morir, tiempo de amar” de Douglas Sirk, que caen más del lado del melodrama (su vertiente más rescatable) pero son francamente débiles como películas bélicas.
Aunque no se cuenta entre sus mejores obras, Sam Peckinpah sale muy airoso de su particular incursión en el género protagonizada por un grupo de soldados del Tercer Reich. “La cruz de hierro" es su única película bélica propiamente dicha, y como es lógico, se adapta perfectamente a su manera de hacer cine. En otras palabras, es un western (el género peckinpahiano por excelencia) ambientado en la Segunda Guerra Mundial, que bebe de sus películas anteriores, y cuyo eco se puede ver (junto al de “Los doce del patíbulo” y otras) en "Malditos bastardos" de Tarantino (aunque con los protagonistas invertidos). El truco de "La cruz de hierro" es que se olvida de lo arriba mencionado y nos presenta a un grupo de soldados veteranos que luchan por su supervivencia y punto. Se ríen del Führer y no les importa la gloria de Alemania, pero Peckinpah no transforma eso en una valoración o reflexión sobre la naturaleza moral de los hombres y se queda únicamente con la visión del individuo deshumanizado por la guerra. En ese sentido, "La cruz de hierro" perfectamente podrían protagonizarla soldados rusos o británicos. En contraposición al héroe peckinpahiano, duro, rebelde, nihilista, violento pero compasivo, encarnado aquí en James Coburn y su batallón, está el personaje de Maximilian Schell, oficial y aristócrata, que ambiciona conseguir la condecoración de la cruz de hierro pero es un cobarde. Peckinpah opone al primero, que ama la lucha pero a quien le trae sin cuidado su causa, con el segundo, que ama la causa pero tiene miedo de luchar. En el fondo, "La cruz de hierro” es una buena muestra más del cine de Peckipnah, cargada de su enorme impacto y efectismo visual y que regala unas estupendas secuencias de combate, violentas y realistas. Bayonetazos, tiros por la espalda a bocajarro, descargas de metralleta, cuerpos cayendo a cámara lenta - marca de la casa - y sangre, mucha sangre. Incluso humor negro, como una escena en la que un general nazi visita el hospital de heridos de guerra y le tiende la mano a un soldado, pero este le enseña un muñón. El general le tiende la mano izquierda, el soldado le vuelve a mostrar otro muñón, y socarronamente levanta la pierna para que se la estreche.
Puntuación: 3,5 / 5
Lo mejor: la despreocupación por no ser un juicio histórico de ninguna clase
Lo peor: la impresión de que hay demasiadas películas sobre la Segunda Guerra Mundial y cada vez cuesta más descubrir alguna interesante.
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