[O
drakos, 1956, Nikos Koundouros]
Un clásico del cine griego con un
protagonista para el recuerdo: Thomas, encarnado por Dinos Iliopulos. "El
ogro de Atenas" es un poco difícil de clasificar, puesto que por momentos
despista y parece que cambia de registro, pero se trata esencialmente de una
película neorrealista. Sin embargo, haciendo honor a su patria, es de tintes
trágicos que rozan el patetismo. Por ella desfilan una serie de personajes
desdichados, comenzando por el protagonista, que vagan sin rumbo por sus penas
hasta un final desesperanzador.
La premisa inicial del filme resulta muy prometedora. El tipo más
gris y corriente del mundo, un pequeño y pusilánime funcionario, resulta ser
físicamente idéntico a un cruel asesino en serie, el Ogro, cuya foto publican
los periódicos. Volviendo a casa el día de fin de año, Thomas se da cuenta de
que empieza a atraer la atención y decide huir por las calles de Atenas. El
primer cuarto de hora de la película es magistral. Con una puesta en escena muy
efectiva, empujada por una banda sonora de misterio sin apenas diálogo en
muchos momentos y una fotografía nocturna, el tono es cien por cien film-noir, recordando a "M, el
vampiro de Dusseldorf". Dado que el personaje es inocente, parece sin
embargo que la película apunta más bien a "Falso culpable", aunque al
poco esta trama queda diluida en otra, algo que lamento porque la idea es
excelente. Thomas acaba refugiándose en un tugurio regentado por unos
delincuentes de poca monta dirigidos por Spathis. Allí traba amistad con dos de
las bailarinas, Carmen y la jovencísima Baby. Pero también la banda, al pensar
que se trata del Ogro, lo adopta como su líder confiando en su carisma para
llevar a cabo un absurdo y ridículo robo de unas columnas antiguas. La película
y Thomas alternan entre su relación con las chicas y con los bandidos. Entre el
viejo y Baby nace una dulce relación paternofilial, pero Spathis está enamorado
de ella y tiene celos de Thomas. Y a todo esto la policía todavía le busca
pensando que se trata del Ogro.
La parte
central de la película está lastrada por un ritmo y un montaje un poco espesos,
hasta prácticamente llegar al final. Una buena mayoría de las escenas tienen
lugar en el club nocturno, incluyendo canciones y bailes, y la acción no avanza
ni resulta de especial interés al no profundizar en los personajes. El de
Spathis se hace ciertamente un poco cansino, mientras que en cambio Thomas y
Baby protagonizan los momentos más emotivos. Pero lo mejor y donde el director Koundouros
sale más airoso es la atmósfera de decadencia, ruina y fatalismo que envuelve
el filme. Todos son seres infelices y miserables que tratan de encontrar un consuelo
que ni saben dónde buscar, como si se removieran atormentados en la cama
durante una pesadilla sin fin. Más allá del retrato crudo y realista que suele
caracterizar a los filmes urbanos de posguerra, “El ogro de Atenas” es inusualmente
oscura, deprimente y triste. La mejor personificación de esa tristeza es sin duda
Thomas, un enternecedor Dinos Iliopulos, que sin éxito intenta ayudar y satisfacer
al resto sin preocuparse de sí mismo. El final, aunque no lo desvelo, es fácil de
intuir porque la película no da lugar a muchas opciones.
Se hace
inevitable, en momentos como este, establecer paralelismos entre ese elenco de
personajes y la Grecia actual, que vive uno de los peores periodos de su
historia reciente. “El ogro de Atenas” está cargada de humanismo y de bondad,
pero todos parecen condenados a la desdicha.
Puntuación:
3,5 / 5
No hay comentarios:
Publicar un comentario