[Tema,
1979, Gleb Panfílov]
Desde cierta perspectiva, “El tema”
parece ser uno más de los dramas característicos de la Unión Soviética de los
setenta: películas de temática social, con amargados protagonistas de clase
media y urbana que sobreviven en la pesadumbre de un país cuyo régimen ya
empieza a ver su ocaso. Gleb Panfílov, su director, también despide la grisura
que caracteriza al cine de esa época. Proveniente de la televisión y del
estudio Lenfilm (o sea, el que nunca hacía grandes películas, que eran para
Mosfilm), escribió y dirigió una decena de películas que fueron de más a menos,
hasta terminar con adaptaciones de Gorki y telefilmes baratos. A simple vista,
ni “El tema” ni Panfílov poseen gran energía ni inspiración artística.
Pero si uno se limpia las legañas puede
descubrir que en realidad “El tema” rompe algunos moldes. Y lo hace desde dentro,
es decir, desde la propia estructura de ese género. El protagonista, Kim
Yesenin, es el arquetípico personaje de los filmes rusos setenteros, un famoso escritor
moscovita en decadencia, divorciado, envejecido, quejica y aburrido de su existencia.
Junto con otro colega y una estudiante – posiblemente amante suya – viaja a
Vladímir, cuna histórica de la civilización rusa, en busca de un tema para su
próxima obra. Allí conoce a Sasha, una joven que trabaja como guía turística en
el monasterio y que también escribe poesía. Mientras que todos alaban el
talento y la grandeza de Kim, Sasha es la única que abiertamente le dice la
verdad: es un fracasado, un charlatán que nunca ha sido un buen escritor. Kim
era consciente de ese hecho, evidentemente, pero a través de Sasha se enfrenta
directamente a él. La franqueza de la joven, su frescura y juventud, pero
especialmente su inteligencia, su capacidad de juicio de la realidad y de la
vida, hacen renacer a Kim, que naturalmente se enamora de ella.
Y aquí es donde Panfílov enfoca su
película con mucho acierto, y sutileza, también hay que decirlo, por lo que
puede pasar desapercibida. En primer lugar, "El tema" es una bofetada al
oficialismo que infectó durante décadas la literatura rusa. La censura del
gobierno y del partido derivó en la segunda mitad del siglo XX en una fortísima
campaña de acoso, amenazas, difamaciones, chantajes y condenas a los escritores
soviéticos. Ello dio lugar a fenómenos como el exilio de autores o la publicación
clandestina de obras, pero también a la prostitución de muchos que se
supeditaron obedientemente al régimen, acatando su interminable lista de temas
prohibidos y escribiendo, en consecuencia, libros vacíos e insulsos en el mejor
de los casos. Kim Yesenin (que irónicamente comparte apellido con el poeta
revolucionario Serguéi Yesenin) es una caricatura de estos escritores, pero
también una muestra de la sociedad rusa (y sobre todo de la clase intelectual) más
conformista e inmovilista. En el lado
opuesto está Sasha, que sabe desmarcarse de la propaganda y la pseudo cultura,
cuyos intereses artísticos son profundos y verdaderos y lo más importante, que
se atreve a oponerse a todo ello. También está Andrei, el novio de Sasha, un
disidente que pretende escapar de la URSS, porque según dice él mismo, se
asfixia en un país donde todo es mentira. Hacia el final de la película tiene
lugar una amarga y triste disputa entre Andrei y Sasha: él quiere irse, ella
que se quede. Kim escucha la conversación a escondidas, avergonzado testigo de
la ruptura de una pareja con metas y sueños diferentes pero claros, puros,
suyos y propios. Testigo de la emergencia de unas jóvenes generaciones listas
para romper con el pasado.
“El tema” fue censurada y no vio la luz
hasta la perestroika, concretamente hasta 1986: esto confirma que tocó fibras
sensibles en la Unión Soviética. El año siguiente recibió el Oso de Oro en el
festival de Berlín. Ciertamente, su esqueleto es el mismo que el de tantos otros
filmes de poca solera, pero Gleb Panfílov consigue situar esta película unos
cuantos escalones por encima. Unas grandes actuaciones (soberbia Inna
Chúrikova, musa y esposa de Panfílov), diálogos irónicos y punzantes que le
confieren un humor triste y mordaz, y especialmente la sinceridad, veracidad y
cierta valentía de su mensaje hacen de “El tema” una muy buena película de los
últimos años soviéticos.
Puntuación:
4 / 5
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