No me resisto al entretenido juego de publicar mi selección de películas favoritas estrenadas/vistas durante el pasado 2012. Lo cierto es que en este sentido, es un año aburrido, porque ha habido un quórum sorprendente entre este tipo de clasificaciones, y no voy a descubrir ninguna joya oculta (de hecho, 6 de las películas aparecieron en entradas anteriores del blog), pero a título personal, me resulta útil hacer este pequeño resumen del "curso cinéfilo".
10) Un amor de juventud (Un amour de
jeunesse), de Mia Hansen-Løve
Esta joven directora se hace con
un buen lugar entre lo mejor del año con una obra no demasiado original en su
temática (ni en su título, ciertamente), pero con una narrativa tan sencilla
como impecable y un naturalismo y un vigor pasmosos, de los que a mí solo parece
capaz el cine francés. Una pequeña delicia que lo es por su sencillez y falta
de pretensiones. También por su encantadora actriz protagonista, Lola Créton, y
lo directo, conciso y fresco que resulta el acercamiento a su desarrollo
intelectual y afectivo, a su transformación de la adolescencia a la madurez.
9) Take shelter, de Jeff Nichols
Quizá la propuesta más comercial de mi
selección, un drama familiar construido alrededor de una base de terror
psicológico. Aupada por el enorme (literalmente) Michael Shannon, la película
es trepidante, aun requiriendo de trucos sencillos y un tanto efectistas pero
nada baratos. La narración es impecable, y la envolvente atmósfera que construye
Nichols es de manual de cinematografía. Leer más.
8) Fausto (Faust), de Aleksandr
Sokurov
Sokurov y Goethe juntos, sin duda una
combinación llamativa, aunque bien resultona en esta enésima pero singularísima
adaptación de Fausto. Una puesta en
escena vaporosa y la prodigiosa cámara del cineasta ruso sumen al espectador en
un agradable letargo de principio a fin. Una experiencia similar a entrar en un
cuadro de época, es curioso como este es en cierto modo el Fausto
menos serio y trascendente en cine que recuerdo, no porque no lo sea, sino
por cómo seducen, a otro nivel, sus imágenes fabulosas de un gusto exquisito. Es un Sokurov
que incluso invita al relax, pese a lo oscuro y lo macabro que esconde. Desde
luego, algo al alcance de pocos. Leer más.
7) Mátalos suavemente (Killing them
softly), de Andrew Dominik
Cinco años después de filmar uno de
los mejores westerns del siglo XXI,
Dominik regresa con otro western esta
vez ambientado en el siglo XXI. Eso
es lo que es Killing them softly, una
película con un aura de decadencia y con olor a fin de una era, eso que gusta
llamar crepuscular. Sigue habiendo pistoleros y bandas de criminales, olor a
sangre y a pólvora. Matones de poca monta y antiguos héroes del hampa caídos en
desgracia. Un retrato, con fotografía de lujo, del mundo del crimen en la
América de Obama, alicaído y tristón al mismo tiempo que tremendamente cínico.
Brad Pitt está en el mejor momento de su carrera y James Gandolfini protagoniza
las mejores escenas del filme. Dominik se confirma como un autor norteamericano de mirada penetrante, nada grandilocuente, sino con una
cierta dejadez y pesadumbre.
6) Casa de tolerancia (L'Apollonide:
Souvenirs de la maison close), de Bertrand Bonello
Un paseo por un prostíbulo francés en
los albores del siglo XX, pero con himnos soul de Lee Moses y un epílogo/elipsis que
deja claro que no es un mero retrato de época sino una reflexión de alcance
eterno y universal sobre el desamor y la soledad. Desgarradora y tierna, y
filmada en unos espacios de gran personalidad y vida propia, donde el
tiempo parece detenerse pero al mismo tiempo transcurre inexorablemente para
las chicas condenadas a vagar por sus decorados salones mientras coquetean con
sus sueños de libertad. Casa de
tolerancia se sitúa grácilmente en el punto de equilibrio entre un erotismo
cándido y una radiante hermosura natural, transparente y directa.
5) Moonrise Kingdom, de Wes Anderson
Wes, Wes y más Wes. La fórmula de
siempre, con la misma efectividad de siempre, y eso de por sí ya es loable.
Pese a la combinación de nostalgia y tristeza que hay en todas sus películas,
incluso por encima de los toques de absurdo y comedia, Wes Anderson es una de
mis medicinas antidepresivas favoritas, de las que consumiéndolas te entran
ganas de que la vida sea así. Pocos cineastas tienen la habilidad de generar en
mí un estado de ánimo tan placentero a pesar de abusar de excentricidad
pop y dosis de frikismo. Moonrise
kingdom es un enorme cóctel de zumos exóticos y colores bonitos y
chillones, de cuidadosa preparación a cargo de profesionales bajo la batuta de
un estupendo mezclador. De aquí a unas décadas, Wes Anderson no figurará en los
libros de cine serio (léase con ironía), pero siempre ocupará un rinconcito
inamovible en las experiencias cinéfilas de sus seguidores. Leer más.
4) Holy Motors, de Léos Carax
Me cansa y me irrita un poco que
cuando una película deviene la niña mimada de la crítica, de repente parece que
haya que quitarle méritos. El año pasado sucedió con El árbol de la vida, este año ha sucedido con Holy Motors. Creo yo que es mucho más sencillo, o el filme te
gusta, o no te gusta, o te gusta mucho, o te gusta un poco. En mi opinión, es
una película mayúscula, colosal, que objetivamente tiene todo el derecho a
coronar estas inútiles listas que hacemos los aficionados (si yo no la pongo
más arriba, es porque subjetivamente me han llegado más las que enumero
después). Arrebatadora y con un protagonista soberbio, un Denis Lavant en
estado de gracia, le queda diminuta la manida descripción de “homenaje al cine”, aunque en efecto eso es, como muestra una de sus primeras imágenes, Monsieur Oscar
observando desde atrás, en penumbra, una sala de cine. Holy Motors se refiere a la fusión entre el actor y el personaje, la fusión entre ambos lados de la pantalla, y lleva esta interacción cada
vez más lejos, con osadía y maliciosa astucia, confundiendo y maravillando al
espectador, que cae en la trampa engañado como un chino. A cada episodio que
pasa seguimos confiando en volver a la realidad, en despertar del sueño, pero
no hacemos sino caer en uno nuevo, todavía más desconcertante. Holy Motors es un viaje alucinado y poético,
por las calles de París y por el profundo e insondable cauce de todas las
historias, géneros y mitos del cine.
3) The Deep Blue Sea, de Terence
Davies
Entre augustos representantes del cine
más contemporáneo, lúcido y atrevido que figuran en este listado, se encarama
al podio una película algo más modesta en apariencia pero resplandeciente y cálida
como mil soles. Egregia lección de cinematografía a la cual no puede
objetársele ni una coma, ni un plano, ni un segundo. Con The Deep Blue Sea, el tiempo se detiene, el ahora deja de existir,
y los sesudos debates sobre la forma, el arte o la palabra en el cine pierden
todo el sentido, se hacen ridículamente pequeños y nimios ante la hermosura de
un cuento de amor. De esta película no se habla, sino que se vive y se
comparte. Se mira una y otra vez, uno se emborracha y se embadurna de ella.
Olvídense de comparaciones con los pesos pesados de la temporada, porque no
vale la pena. The Deep Blue Sea juega
en otra liga, en otro universo de distinta composición. Leer más.
2) El caballo de Turín (A Torinói ló),
de Béla Tarr
El último filme de la carrera como director de Béla Tarr, uno de
los cineastas más claves y vanguardistas de las dos décadas pasadas, es una
experiencia sensorial estremecedora, una propuesta terrorífica de lo que podría
ser el fin del mundo. Las tinieblas y la hojarasca danzando al viento como única, seca y desnuda representación
de la vida que se consume. El caballo de
Turín es evidentemente un desafío a la capacidad de concentración del
espectador, víctima de su propia radicalidad y estilo, como le pasó a Lynch con
Inland Empire, pero aun así es uno de
los visionados más devastadores de los últimos tiempos. Leer más.
1) Cosmopolis, de David Cronenberg
Un espejo
de la más novísima actualidad, una fabulosa reconstrucción de la cuna más cool de la
civilización. Un road trip en limusina de la persona más poderosa del mundo,
aquella que lo tiene todo y quiere más, pero a la que al mismo tiempo no le
importa nada. Cronenberg acierta de pleno con una puesta en escena poco usual
en él, luces de neón y mastodónticos rascacielos de cristal envueltos por una
banda sonora de música electrónica. El gran teatro del capitalismo y sus
actores son retratados de un modo tan veraz y real como grotesco y
caricaturesco, divertido y tremendamente inspirado. Cosmopolis es puro regocijo toda ella, la película del ahora y del
mañana, la decadencia y excesos siglo XXI en carne viva. Leer más.