[The master, 2012, Paul Thomas Anderson]
Aquello de que cuanto más arriba se
sube, más dura será la caída, por fortuna no es aplicable a Paul Thomas
Anderson. Porque no ha llegado ni mucho menos tan arriba. No sé por qué tantos parecían
esperar una cegadora obra maestra, pero francamente me alegro en primer lugar
por su joven director. Es un gran director y se merece seguir haciendo buenas
películas (que espero y estoy convencido de que las hará), pero ya le va bien
haber moderado lo que se auguraba como un ascenso fulgurante.
Indudablemente Anderson tiene una fuerte
personalidad cinematográfica y una apasionada voluntad creativa, lo cual es de
agradecer. Entre otras cosas, por eso ha escrito todos los filmes que ha
dirigido, lo que en esta ocasión le ha hecho pegarse este pequeño y eficaz batacazo.
A pesar de momentos de gran brillantez, su última película se tropieza por
llevar unos zapatos demasiado grandes. Aquí los zapatos se llaman Joaquim
Phoenix y Philip Seymour Hoffman, que siendo indudablemente lo mejor de la
película son asimismo su lastre.
Lo que menos me interesa es si Anderson
quiere hablar de las sectas o de lo maleable que puede ser el carácter del
hombre. El mensaje en sí no resulta especialmente novedoso, y supongo que a él
tampoco debía parecérselo porque vuelca toda su energía en las
"performances" de los actores esperando que ellos se bastarán por sí
solos. Con Pozos de ambición la
jugada le salió bien, pero igual es que solo había un personaje, y aquí hay dos
que se quieren despellejar entre sí. La película se convierte en un campo de
batalla entre Seymour Hoffman y Phoenix y lo único que uno acaba pensando es quién
mola más. Cuál será el próximo numerito que hará cada uno. Phoenix dando vueltas
a una habitación con los ojos cerrados golpeando las paredes, versus Seymour
Hoffman en moto a grito pelado. Algo así. Y fiándolo todo a esta carta,
Anderson se olvida de desarrollar conflictos reales que puedan estar a la altura
de semejante histrionismo (porque por ejemplo, otro director más modosito
podría haber hecho una buena historia con la trama de la joven vecina enamorada).
The
master es una película que destila el evidente talento de Paul Thomas
Anderson derrochado a raudales. Bellas secuencias y planos, un tono de grandeza
y unas interpretaciones interestelares que terminan por no llegar a ningún lado.
La parte más emocionante es sin duda el principio, la más silenciosa, la más
comedida y la más sugerente: la presentación del protagonista, la definición cuidadosa
y nada excesiva de su lunatismo y alcoholismo. Hasta la llegada al barco,
Anderson evoca el inconmensurable arranque de su anterior filme con un tempo y
un montaje similares. Pero nos quedamos a la espera, y la película no arranca,
no despega, sigue dando tumbos, a la deriva, entre chillidos y espasmos. La
oportunidad final llega tras una larga elipsis, cuando los personajes se
reencuentran en un "grand scenario" que otra trae a la memoria la
bolera de Pozos de ambición, y que de
nuevo se desvanece sin formalizar nada. Irónicamente, The master resulta incluso aburrida. Pero honestamente, no quiero
recrearme más en ella. Estoy convencido de que la próxima le saldrá mejor, y
eso ya es mucho.
Puntuación: 2,5 / 5
A mi me parece fascinante, pero todas las pegas que le pones o que le ponéis, porque son las mismas, me parece que tienen pleno sentido.
ResponderEliminarun saludo
Sólo he leido tu puntuación, porque aun no he visto la película y no quiero influencias, pero me ha sorprendido ese aprobado justo. Veremos.
ResponderEliminarSaludos
Roy
Por supuesto, a mí me parece también muy lógico que la película entusiasme. De hecho, tiene de sobra los ingredientes para hacerlo (si hasta el tema es jugosísimo) pero no cuajan a la hora de cocinarlo.
ResponderEliminarSi mi puntuación es un poco severa, es por lo que explico en el comentario: creo que PTA es capaz de mucho más.
Un saludo