30 de abril de 2012
Impacto (Brian De Palma)
27 de abril de 2012
Happy people (Dmitri Vasyukov & Werner Herzog)
22 de abril de 2012
El empleo (Ermanno Olmi)
18 de abril de 2012
El conformista (Bernardo Bertolucci)
[Il Conformista, 1970, Bernardo Bertolucci]
Italia, años 30. Marcello Clerici, un joven timorato y pusilánime de la decadente clase adinerada, se une a la policía secreta fascista. Le asignan una misión: asesinar en París a Luca Quadri, su antiguo profesor de la universidad, de ideología comunista. Aprovechando su viaje de luna de miel con su infantil esposa Giulia, Marcello se pone en contacto con Quadri y conoce también a la mujer de éste, Anna, de la cual se enamora.
"El Conformista" es una película soberbia, redonda, repleta de temas, elementos, tramas y personajes, lo tiene absolutamente todo y no le sobra absolutamente nada. Es grandiosa, fascinante, épica, romántica al tiempo que oscura, lúgubre y amenazadora. Es difícil comenzar a analizarla porque destaca en todas sus facetas, que conforman un impresionante y profundo relato, perfecto cinematográficamente, pero especialmente en cuanto a relato en sí. En otras palabras, el cine como herramienta para contar historias en su sublimidad.
El guión es del propio Bertolucci a partir de la novela de Alberto Moravia, respecto a la cual contiene algunos cambios significativos. El contenido ya es muy atractivo por sí solo, comenzando por el contexto: una historia ambientada en la turbulenta y cambiante Europa de entreguerras. Pero además la personificación de ese contexto en el personaje de Marcello (Jean-Louis Trintignant) es estupenda, compleja y densa. Giulia (Stefania Sandrelli) y Anna (Dominique Sanda), las dos mujeres que rodean al protagonista, lo apuntalan espléndidamente y son también en sí mismas figuras resplandecientes y delineadas a la perfección. Bertolucci va construyendo el filme en torno a Marcello, y lo hace con una genial estructura narrativa en la que usa flashbacks de diferentes maneras. La película empieza con una llamada telefónica nocturna que Marcello recibe en su hotel en París, y acto seguido lo recoge en coche Manganiello, otro agente fascista, para ir a finiquitar la operación del profesor Quadri. Durante el trayecto se van sucediendo los flashbacks que explican la historia desde el alistamiento de Marcello en la policía fascista hasta llegar al momento presente, aunque no siempre en orden estrictamente cronológico puesto que se incorporan también flasbacks sobre la infancia del protagonista.
Marcello es un personaje sumamente fascinante, tan cautivador como desagradable. El paradigma perfecto de la tibieza, la indiferencia y la cobardía. Inspira compasión y lástima a la vez que repulsión. Ya de niño era maltratado por sus compañeros de escuela, quizás por su procedencia de clase alta. En uno de esos episodios, es "rescatado" por un chófer que terminará abusando de él. Estas secuencias que revelan su pasado más temprano dejan claro que es un individuo pobre, triste, silencioso y dominado por su entorno. Ya en su vida adulta, Marcello sigue siendo débil e incapaz y rodeado de gente enfermiza, como su madre, que se marchita en la vieja mansión familiar consumiendo morfina, o su padre, encerrado en un manicomio. Decide contraer matrimonio con su prometida, Giulia, una joven alegre y cantarina pero pueril y aniñada. Y decide unirse a la policía secreta fascista. ¿Por qué? Es un misterio. Como bien dice el interlocutor que lo entrevista, "algunos lo hacen por temor, otros por dinero, muy pocos por fe en el fascismo, pero usted no". Y Marcello no responde. Ese es su conformismo “activo”, que le mueve a hacer cosas que ni quiere ni en las que cree, por aburrimiento, insatisfacción, repugnancia de sí mismo, como casarse con Giulia o aceptar una misión de asesinato. En su luna de miel por Francia, cuando establece contacto con el profesor Quadri, conoce a Anna, con la que se encapricha (le recuerda a una prostituta con la que estuvo una vez; la veracidad de esta afirmación queda en el aire). “Tengo amigos en Brasil, si vienes conmigo lo abandonaré todo”: le asegura Marcello, una promesa tan vacía e impotente como aparentemente arriesgada. Lo insólito es que Anna le corresponde en cierta manera; igual que a nosotros, el desgraciado y patético Marcello le da asco, ella sabe que es un espía fascista, y aun así se deja arrastrar por él. Esta reacción de Anna, suicida y desesperada, conduce al amarguísimo final en la carretera (retomando la línea cronológica con la que empieza el filme) donde Marcello queda retratado en el momento más brutal y desgarrador de la película. Hay todavía un epílogo, que transcurre unos cuantos años más tarde, en donde tenemos un último atisbo de la decadencia y la destrucción moral absoluta de Marcello, justo después de la caída de Mussolini.
Pero si la monumental historia que narra “El conformista” ya es extraordinaria, no lo es ni un ápice menos la puesta en escena de Bertolucci. La tenebrosa recreación de la Italia y Francia de los años 30, el enorme partido que saca de los primeros planos de unos rostros únicos, la música triste y dulce que mece los paseos de los personajes por entre los diversos escenarios. Y un nombre que brilla con nombre propio, el del director de fotografía Vittorio Storaro. Premiado por su trabajo en "Apocalypse Now" o algunas superproducciones del propio Bertolucci, de quien es colaborador habitual, firma un trabajo deslumbrante de principio a fin. "El conformista" es una película de la que es imposible no enamorarse por el poder arrebatador de todas y cada una de sus imágenes, que se graban a fuego en las retinas. Es necesario ver una copia bien restaurada para intentar disfrutar al máximo de esa luz que entra por los ventanales de los gélidos edificios fascistas o por las cortinas de la casa de Giulia, del sol que caprichosamente baña el compartimento del tren que lleva a la pareja recién casada a París, de los días nublados y melancólicos que se ciernen sobre la vieja Europa, de la belleza de las mujeres y de la mirada hipnótica y vidriosa de Marcello.
“El Conformista” es una película total que, como hemos dicho, contiene todo. Política, retrato social, religión, historia. Viajes, bailes, asesinatos, persecuciones, bodas. Amor, traiciones, infidelidades, pasiones, sexo, obsesiones, traumas, recuerdos, confesiones. Cine de éxtasis, de goce absoluto. Obra maestra obligatoria, imprescindible.
Puntuación: 5 / 5
10 de abril de 2012
Secret honor (Robert Altman)
[Secret honor, 1984, Robert Altman]
Un buen número de veces es desconcertante tener que valorar películas que a todas luces parecen diseñadas para un escenario con telón y no para las cámaras. Utilícese el apelativo "teatro filmado" si se quiere, algo que puede llegar a ser despectivo. Nadie va a poner en duda que el teatro ha dado lugar a películas y adaptaciones magníficas, tanto como cualquier otro género literario, sin desmerecer ni un ápice su origen y con pleno aprovechamiento de las posibilidades que ofrece la puesta en escena cinematográfica. Pero es cierto que algunas piezas para teatro son mucho más parcas y minimalistas que otras, sus componentes están reducidos al mínimo y una película hecha a partir de ellas puede quedar muy coja. Este es el gran problema de “Secret honor", una obra en un solo acto, que tiene lugar en un solo espacio, y con un solo personaje recitando un monólogo. En circunstancias parecidas, y sin más trama ni acción que el puro texto, otras películas han logrado ser estupendas, como "Función de noche" de Josefina Molina (aunque con dos actores), y ampliando un poco el espectro, "La soga" de Alfred Hitchcock o las diversas versiones de "Doce hombres sin piedad".
El libreto escrito por Donald Freed y Arnold M.Stone fue llevado a la gran pantalla por Robert Altman, que debió hacer su película más relajante y fácil de filmar (en un despacho de la Universidad de Michigan), y en el estelar papel protagonista está Philip Baker Hall. Encarna a Richard Nixon, el 37º presidente de los Estados Unidos, en algún momento posterior a su caída en desgracia. La película transcurre por entero en su gabinete, en el que Nixon graba en un radiocasete una especie de memorias en las que realiza una revisión de varios episodios de su vida política, como congresista hasta presidente pasando por su periodo de vicepresidente de Eisenhower. El filme se permite licencias, es más una ficcionalización que un intento de biopic, pero en esencia alude a hechos reales de la vida del Nixon auténtico.
Si “Secret honor” quedará enterrada en la enorme filmografía de Altman no es solo por su carácter inherente de película menor, sino porque además comete varios errores. El que más salta a la vista, aunque más que un error es un serio impedimento para un ancho sector del público, es la multitud de referencias y alusiones a la historia y la política norteamericanas del siglo XX. Más allá de Kennedy, Castro o Kissinger, en el monólogo de Nixon se suceden constantemente nombres de personajes y menciones a hechos y eventos que a un espectador no estadounidense (incluso mínimamente ilustrado) le suenan a chino. Obviamente, ya que la película es una particular revisión de la trayectoria y la vida de Nixon, todos esos detalles son imprescindibles y el texto prácticamente se sustenta en ellos, de modo que deja muy poca cosa a la que agarrarse.
Philip Baker Hall, convincente como está y mostrando un evidente carisma escénico, cae en una serie de irritantes tics (tal vez impuestos por el guión) que desgraciadamente lastran su interpretación. La película muestra a Nixon emborrachándose con whisky, con lagunas de memoria, que continuamente se va por las ramas y pierde el hilo de lo que dice. Demasiadas veces no acaba sus frases, cambia repentinamente de un tema a otro, tartamudea sin cesar y escupe insultos. Lo que podría ser un simple elemento de caracterización del personaje acaba siendo francamente una dificultad para comprender y seguir el ya de por sí nada fácil discurso de Nixon. Y finalmente, tampoco la planificación y el uso de la cámara resultan los más acertados. La gran presencia actoral de Baker Hall habría facilitado rodar la película en una sola toma, o al menos reducirla a las mínimas posibles. Sin embargo, hay continuos saltos de cámara y cambios de plano (enfocando a veces a cuadros del despacho o a las pantallas de circuito cerrado del despacho), muchos de ellos innecesarios y que destruyen la elegancia visual que de lo contrario la película podría tener. Definitivamente, Robert Altman, que siendo uno de los mejores cineastas norteamericanos de todos los tiempos hizo bastantes obras mediocres, no tiene en "Secret honor" ninguna de sus peores películas, pero sí probablemente una de las más prescindibles e insignificantes.
Puntuación: 2,5 / 5
Lo mejor: la brutalidad y sinceridad de algunos momentos de la interpretación de Philip Baker Hall.
Lo peor: el poco interés y el poco gancho que tiene la película para los no forofos de Richard Nixon.
