20 de febrero de 2013

Amor (Michael Haneke)

[Amour, 2012, Michael Haneke]


Hacía tiempo que no recordaba tanta publicidad a una película europea de casta y pedigrí. Es cierto que su director viene con dos Palmas de Oro bajo el brazo, pero me parece una situación bastante ridícula y grotesca que la hayan nominado al Oscar a mejor película en dos categorías diferentes, que ejemplifica una especie de empeño en oxigenar unos premios y una industria cinematográfica que no tienen por qué fingir nada. 

Sea como sea, lo cierto es que afortunadamente esto no quita ningún valor a la película. De hecho, para mí es bastante mejor que La cinta blanca. Sin llegar a ser el Haneke más descarnado de La pianista, El tiempo del lobo, Caché o Código desconocido, recupera naturalidad y pierde el simbolismo explícito y forzado de su anterior filme. Pero junto con este último, también se trata, posiblemente, de la película más alejada de aquello que había venido caracterizando más a su cine. Ello no es una nota directamente negativa, pero digámoslo de otra manera: yo echo en falta que el austríaco vuelva a ofrecernos una de sus cáusticas películas sobre la hipocresía de las clases medias y el derrumbe del confort de la civilización europea. 

Dicho esto, Amor es en verdad excelente. Y no diré que podría haberla dirigido otro, porque tampoco es así: se distingue perfectamente a Haneke tras ella. La dirección es espléndida, plenamente suya, y muy visible, poderosa; hace avanzar el relato a partir de escenas cortas e intensas. Se adueña con maestría del único escenario hasta el punto de hacernos sentir lo bien lo conocemos nosotros también; tiene hasta un punto de acogedor. El dominio del tiempo es soberbio, y es admirable su tendencia a incluir secuencias breves (pese a que también sabe hacerlas elegantemente largas, como la penúltima y conclusiva), cortando en el momento preciso, cargado de significado narrativo. Los actores de lujo, entre los que incluyo a Isabelle Hupert, no podían estar más en su salsa y no tienen ninguna dificultad para fundirse estupendamente con la película, y aun así, brillar con luz propia.

 

En cuanto al tema en sí mismo, Haneke escoge el tratamiento ideal. En realidad, resulta que lo hace tan bien, que lo último por lo que Amor destaca es por ser una defensa de la eutanasia; si es que lo es, cosa que yo no veo tan obvia, y que francamente no creo que importe. La película es muy transparente, va a lo que va, y sin aspavientos. Por ejemplo, no utiliza más música que la del piano que tocan los personajes. Es bastante más realista que sensiblera, quizás incluso un poco áspera, lo cual es perfecto, porque se disfruta mucho más como cine y deja ver mejor sus virtudes como filme, a eso me refería antes cuando decía que la dirección de Haneke es palpable. Y no por ello deja de ser una historia triste y emotiva, pero contada con distancia, respecto y tacto. Me atrevo a añadir que ni siquiera produce tanta impresión como insistían algunos medios de comunicación, o como se la ha vendido un poco en la publicidad. Y es que la vejez no es ninguna tragedia fuera de lo común, sino el desenlace de la inexorable cotidianeidad. Muchos de nosotros ya hemos observado en nuestros mayores historias casi idénticas a las de la película. Haneke no pretende que la suya sea espectacular, sino solamente una más. Acierta.

           Puntuación: 4/5